Madrid, 11 dic. 14. Estamos cerca de la finalización del 2014. Viviendo días muy trágicos, en términos de violencia de género, en el que cuatro mujeres han sido asesinadas y una herida a manos de sus parejas o exparejas. La gravedad de los datos se diluye en tenues respuestas, lamentos y condenas.
Recientemente un hincha de fútbol moría violentamente y el eco de ese drama aún deambula en las televisiones y las acciones que se emprenden desde los estamentos públicos. ¿Qué pasaría si fueran medio centenar, en un año? ¿Y si los asesinados fueran empresarios, o médicos, o políticos…?
Pues en 2014 son 70 víctimas por violencia machista en nuestro país -de momento-, aunque algunas no sean contabilizadas por no ajustarse al parámetro marcado por la Ley Integral contra la violencia de género. Si nos ceñimos a las cifras oficiales son 50 mujeres asesinadas.
Ningún periódico, ninguna emisora de radio o televisión nacional ha abierto su portada con un asesinato machista. Además, en algunos medios de carácter territorial y local el tratamiento de este tipo de acontecer es nefasto, cargado de prejuicios y estereotipos que van desde sacar declaraciones del vecindario diciendo que el asesino “parecía un hombre normal” – ¿qué sucedería si tras un atentado terrorista fuéramos a preguntar si el que puso la bomba era un vecino normal?-, hasta aderezar la noticia con morbo. El último “error” informativo es indignante: “Dos mujeres y tres hombres muertos por violencia machista en un solo día”, titulaba el Diario de Navarra. Una repugnante fórmula periodística que equipara asesinos –que se suicidaron tras asesinar a sus parejas- y víctimas, y que de este modo confunde y consolida falsas creencias y mitos.
Más de setecientas mujeres asesinadas desde que, hace diez años, entró en vigor la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Un “fenómeno” que a menudo nos limitamos a condenar, pero del que nadie en definitiva se hace responsable. No lo enfocamos bien, no aceptamos su específica realidad y causa, y no faltan voces que se empeñan en minimizar sus consecuencias y tapar sus entrañas. No solo es que no haya alarma, es que cuando se habla del tema es raro que no aparezcan rápidamente quienes acusan a las mujeres de aprovecharse de la “ventaja” que les da la ley, de interponer denuncias falsas, de también maltratar ellas a los hombres, de querer quedarse con la custodia de los hijos e hijas para recibir la pensión y no tener que trabajar…entre otras lindezas. Están también los que sostienen que ya hemos alcanzado la igualdad y que la realidad se corregirá por sí sola, los que intentan inscribir estos crímenes en el ámbito de las pasiones y la convivencia doméstica. Y muchos –y muchas- que, sin decir nada, miran para otro lado.
Las mujeres mueren por el machismo, que es cultural y que en el centro sitúa la desigualdad y la violencia. No es un virus que se pasa. Hay que ir a la raíz y dar respuesta.
AmecoPress